La salud democrática en el África occidental y central se ha visto lamentablemente afectada por el reciente aumento de golpes de estado militares, especialmente en la región del Sahel.
Los golpes de estado son intentos repentinos de derrocar por la fuerza a líderes políticos, básicamente una destitución del poder antidemocrática. Normalmente los encabezan militares, grupos rebeldes o un dictador, y su único fin es cambiar el poder empezando por la cúpula. Las revoluciones, por poner un ejemplo distinto, se producen tras el alzamiento masivo de personas con el fin de cambiar social, económica y políticamente su país.
Los golpes de estado suelen brotar durante períodos socioeconómicos o políticos convulsos en los que también aumenta la inseguridad. Estas condiciones se dan en concreto en la región del Sahel, devastada por la sequía, las hambrunas y la insurgencia violenta durante muchos años. Otra causa de la proliferación de golpes de estado es la falta de legitimidad de los líderes políticos ante sus ciudadanos o las fuerzas armadas, como sucedió con el presidente Condé en Guinea.
Desde la década de 1950, África es el continente donde más golpes de estado se han dado del mundo y 45 de sus 54 países han sufrido al menos un intento. De los 486 intentos de golpe de estado registrados en todo el mundo, 214 se han producido en África y, de ellos, 126 se han dado en la zona occidental de África y el Sahel, antiguamente llamado el «cinturón de los golpes». En los últimos dos años, Burkina Faso, el Chad, Guinea, Sudán y Mali han cambiado de régimen tras un golpe de estado militar.
Aunque en ciertas regiones de África se producen golpes de estado aislados, desde la década de 1980 siguen instaurándose gobiernos democráticos, principalmente en el África occidental, y la cultura democrática sigue avanzando en otros lugares del continente. El creciente uso de sistemas de votación biométricos, el aumento del compromiso social (gracias a las redes sociales) y el propio relato público han favorecido la asunción de responsabilidades y reforzado la seguridad de las elecciones.
Países como Liberia y Sierra Leona han vivido episodios históricos de golpes de estado violentos, autoritarismo y guerra civil. Sin embargo, en sus últimas elecciones democráticas, celebradas respectivamente en 2017 y 2018, se observó una transición de poder mayormente pacífica y en ambos países se celebraron segundas vueltas presidenciales.
La mayoría de expertos coincide en que la frecuencia de los golpes de estado en África ha disminuido en las últimas dos décadas. Sin embargo, en 2019 empezó a aumentar. En 2020 solo se registró un golpe de estado, pero en 2021 se produjeron seis golpes o intentos en todo el continente.
El secretario general de la ONU, António Guterres, describió el retroceso democrático vivido en todo África como «una epidemia de coup d’états». Atribuyó esos golpes a las insalvables divisiones geopolíticas existentes dentro de las propias naciones, exacerbadas por el impacto social y económico de la pandemia de COVID-19.
Los golpes de estado siempre serán un riesgo a tener en cuenta en países con democracias frágiles, servicios deficientes, inseguridad alimentaria e insurgencia. A menudo, los ciudadanos apoyan las intervenciones militares con la esperanza de que allanen el camino para implantar un gobierno civil más eficaz, no porque quieran vivir en un régimen autocrático. Por ejemplo, aunque los ciudadanos de Guinea y Mali apoyaron los golpes de estado que derrocaron al presidente Condé y al presidente Keïta, en las encuestas recientes llevadas a cabo por Afrobarometer el 76 % de los guineanos y el 70 % de los malienses rechazaron el gobierno militar.
Pese a la alta frecuencia con las que irrumpen las dictaduras militares y las autocracias en algunas partes de África, un porcentaje importante de la población africana apoya la democracia. La capacidad para influir en las decisiones sobre el futuro de sus propias naciones y el hecho de que se respete su opinión siguen siendo derechos muy atractivos para la mayoría de los africanos: el 69 % afirma que «prefiere la democracia a cualquier otro tipo de gobierno».
En los gobiernos civiles, funciona mejor la ley, hay libertad de expresión, las transiciones de poder son pacíficas y se respetan más los derechos humanos. Un estudio reciente demuestra que las democracias africanas generan de media más crecimiento económico y ofrecen mejores servicios, ya que el gasto gubernamental se destina a fines públicos y no tanto a intereses privados. Esta ventaja es más pronunciada cuanto más tiempo ha vivido en democracia el país. Por el contrario, en los regímenes militares, como desde hace poco los de Burkina Faso y Sudán tras asumir el control el ejército, se respetan menos los derechos humanos, lo que lastra el progreso económico.
Pese a la frecuencia e irrupción en algunas partes de África de los golpes de estado, la democracia sigue siendo la forma preferida de gobierno en todo el continente. Los africanos siguen demostrando que quieren gobiernos electos más democráticos y responsables.
En los países africanos con autocracias militares, muchos ciudadanos siguen resistiendo y alzándose contra esos regímenes y su violencia, pese a los riesgos que conlleva. También continúan las protestas masivas y las apelaciones a la comunidad internacional en Libia, Mali y Guinea, lo que demuestra de nuevo que la lucha por la democracia y la estabilidad económica sigue viva en muchos países.