La malaria es una de las enfermedades más antiguas del mundo y sigue siendo hasta dia de hoy un desafío para la salud pública en todo el mundo. Esta enfermedad ha afectado con mucha mas fuerza a África, con estudios que indican que las personas que viven en la pobreza (en particular las mujeres y los niños ) corren el mayor riesgo de sufrir los efectos más graves de la malaria.
Los parásitos que causan la enfermedad se propagan entre los humanos por la picadura de la hembra del mosquito Anopheles, y provoca fiebre alta, coma y, en los casos más graves, la muerte. Ciertas estrategias de prevención y tratamiento, como el control de vectores, los tratamientos antipalúdicos y las vacunas, han ayudado a mitigar la carga de esta enfermedad durante las dos últimas décadas, pero el número de casos está aumentando de nuevo.
África es el epicentro de las muertes relacionadas con la malaria. Según el Informe mundial sobre el paludismo de 2021, seis países de África representaron el 55 % de todos los casos a nivel mundial: Nigeria (27 %), la República Democrática del Congo (12 %), Uganda (5 %), Mozambique (4 %), Angola (3,4%) y Burkina Faso (3,4%). Los países africanos con climas tropicales y subtropicales ricos en humedad tienen las mayores tasas de transmisión de la malaria, ya que ofrecen condiciones de reproducción optimas para los parásitos.
Si se detecta en sus primeras etapas, se dispone de servicios de atención y recursos sanitarios, la malaria se puede prevenir y tratar. Los exitosos métodos de prevención y tratamiento introducidos en los últimos 20 años incluyen medicamentos antipalúdicos, vacunas y control de vectores. Aunque se estima que con estos métodos se han podido evitar unos 1700 millones de casos entre 2000 y 2019, los estudios indican que su eficacia está menguando.
Los últimos informes sugieren que tres de los cinco parásitos de la malaria que afectan a los humanos han desarrollado resistencia a los antipalúdicos, por lo que se ha reducido su eficacia y ha aumentado el riesgo de resistencia cruzada. Se ha observado una resistencia similar a los insecticidas químicos que se utilizan en espray en los domicilios y para tratar los núcleos de mosquitos.
La vacuna Mosquirix reduce significativamente los efectos de la malaria y los casos fatales de la enfermedad en niños. Aunque los expertos creen que la vacuna podría salvar a decenas de miles de niños cada año, parece que solo evita 4 de cada 10 casos.
Como aumentan los casos de malaria y se reduce la eficacia de los métodos de actuación actuales, parece que no se cumplirá el objetivo de la OMS de reducir los casos de malaria un 90 % en 2030. Es fundamental desarrollar nuevos métodos de tratamiento, prevención y control resistentes para poder integrarlos en las estrategias actuales.
Target Malaria es un consorcio de investigación sin ánimo de lucro que desarrolla «tecnologías genéticas rentables y sostenibles para modificar los mosquitos y reducir la propagación de la malaria» que podrían ayudar en la lucha actual contra la enfermedad. Lideran la investigación en unos mosquitos modificados genéticamente que, cuando se liberan en el medio ambiente para aparearse, tienen menos descendientes hembra o no pueden transmitir los parásitos de la malaria.
En un artículo de referencia publicado en febrero de 2022, Target Malaria anunció que sus científicos habían liberado grupos de mosquitos Anopheles macho modificados genéticamente en la selva de Burkina Faso con el fin de estudiar su respuesta al entorno, comportamiento y nivel de supervivencia. Las observaciones iniciales indican que las modificaciones han mermado la movilidad de los parásitos y su supervivencia en comparación con los insectos salvajes. Como las modificaciones genéticas se transmiten a la descendencia, podrían reducir la capacidad de propagación del mortal parásito si se dirigen a poblaciones dañinas específicas.
Aunque la tecnología aún está en sus primeras fases de desarrollo, la investigación promete una posible solución para detener la malaria en su origen con un impacto mínimo sobre la biodiversidad y el medio ambiente.
Los métodos de control más sostenibles, como los que se basan en tecnología genética, pueden ayudar a erradicar casi por completo la malaria en África. Además, son una oportunidad para que las naciones más pobres del continente consigan desarrollarse y ampliar su horizonte para las generaciones futuras.