Se cree que en 2050 la población mundial será de 9740 millones de habitantes. Este aumento exponencial de la población tensará la ya exhausta cadena alimentaria del planeta.
Junto con la disminución de la superficie cultivable disponible y de la producción de los sistemas agrícolas actuales, no hay duda de que la alimentación del planeta es uno de los asuntos más importantes de la agenda global.
Muchos políticos y ambientalistas están de acuerdo en que hay que encontrar una solución versátil, viable y ampliamente disponible.
Los insectos comestibles, una fuente de proteínas alternativas cada vez más popular, están llamando la atención de los productores, investigadores, medios de comunicación y consumidores por igual. Viables hoy más que nunca, esta fuente de nutrientes rica en proteínas se puede utilizar para alimentar tanto a personas como animales.
Existen investigaciones que sugieren que la agricultura de insectos podría suplementar a la tradicional, ayudar a mitigar la malnutrición y contribuir a la seguridad alimentaria en África y todo el mundo.
El cambio hacia un modelo de producción masiva nuevo no es solo necesario para el desarrollo sostenible, sino también para suavizar el atentado contra los derechos humanos que es la malnutrición.
La inseguridad alimentaria está aumentando en todo el mundo.
Los países más proclives a sufrir conflictos, como la República Democrática del Congo (RDC), Etiopía y Sudán del Sur, son los más afectados. Además, la situación en el África oriental sigue empeorando, ya que 7,2 millones de personas están en riesgo de inanición.
Los últimos acontecimientos de repercusión mundial han exacerbado el problema: la COVID-19 provocó el cierre de mercados básicos y la guerra entre Rusia y Ucrania ha interrumpido la cadena de suministros de productos agrícolas esenciales, aumentando la presión sobre países ya de por sí vulnerables.
Comer insectos no es nada nuevo. Se calcula que entre mil y dos mil millones de personas en todo el mundo consumen insectos como parte de su dieta tradicional en países de África, América Latina y Asia, por ejemplo. Se cree que el valor del mercado mundial de insectos comestibles pasará de 406 millones de USD en 2018 a 1200 millones en 2023.
Las evidencias de que los insectos podrían convertirse en una fuente de alimentos mundial son incontestables. Muchas especies son ricas en proteínas, grasas, minerales y fibra, y pueden ser muy importantes para combatir la inseguridad alimentaria.
La calidad nutricional de los insectos comestibles también parece ser similar, e incluso a veces mejor, que la de los alimentos derivados de las aves y los mamíferos.
La omnipresente agricultura industrial –productora de gases de efecto invernadero, contaminación aérea y del agua y perjudicial para la biodiversidad–, demanda cada vez más recursos y cuesta al medioambiente 30 000 millones de USD al año.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) destaca que hay más superficie agrícola dedicada a producir pienso para animales, biocombustibles e ingredientes industriales que a proveer de alimentos.
Hay estudios que demuestran que los insectos se pueden utilizar como alternativa sostenible al pienso para ganado en África. Su breve ciclo de vida implica una multiplicación rápida y eficiente que requiere de menos tierra, agua, energía y otros recursos relacionados.
Los insectos se pueden alimentar con desechos orgánicos domésticos, agrícolas y de fermentación, reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y suponen un sustento climático-resiliente.
Los desechos que producen los insectos se pueden incorporar al sistema como fertilizantes orgánicos que ayudan a mejorar la salud de la tierra. Estos enfoques innovadores pueden reforzar el sistema alimentario africano y ayudar a establecer una economía circular que complemente a la agricultura tradicional.
Los grillos son uno de los insectos aptos para el consumo humano y de animales más conocidos, y tiene el potencial de reducir la malnutrición y reforzar la seguridad alimentaria.
Se consumen en Asia, América Latina y África desde la prehistoria dependiendo de su asimilación cultural y prevalencia; en África hay 26 especies de grillos comestibles.
Los insectos de granja como los grillos también se pueden utilizar como herramienta para aliviar la pobreza, ya que podrían servir de refuerzo de unos sistemas alimentarios más estables y sostenibles.
A medida que aumenta la población también lo hace la demanda de alimentos y recursos. Por ello, la agricultura de insectos ofrece cierta esperanza para superar el problema de la seguridad alimentaria en África.
Además de invertir en su mecanización, los expertos recomiendan establecer políticas coherentes en cuanto a seguridad, sostenibilidad, comercio y marco jurídico para desarrollar el sector y aprovechar sus enormes beneficios en todo el continente.