Ghana es el último campo de batalla contra la sobrepesca, donde las pequeñas embarcaciones locales chocan con unas flotas ilegales extranjeras que dañan el modo de vida local y las reservas de alimento, y que cuestan a la nación más de 200 M$ al año.
La lucha por dominar el frágil sector pesquero africano dio un giro inesperado en junio 2021, cuando la UE hizo una advertencia (la llamada «tarjeta amarilla») inaudita a Ghana clasificándola como país no cooperante.
Pero eso no es todo. Por lo que parece, las flotas que operan en Ghana ignoran las leyes internacionales sobre pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR). Pero la realidad es más compleja, corrupta y endémica por ser un problema que afecta a toda África.
El denominado «saiko» es un sistema informal de comercio en el cual el pescado que descartan los grandes buques industriales se intercambia mar adentro por la pesca de las canoas locales. En menos de una década se ha convertido en una industria muy organizada, ilegal y lucrativa industrial gracias a los arrastreros –con licencia para capturar exclusivamente especies demersales (del fondo)– que pescan específicamente para el comercio saiko.
Entre estas especies se incluyen pequeños peces pelágicos como la sardina y la caballa, muy demandadas para el consumo local y explotadas hasta su casi desaparición. El género del saiko se congela en bloques y se vende en los comercios locales.
Aunque el sector pesquero de Ghana hace lo posible por monitorizar y reglar este nuevo frente, no tiene ni los mismos recursos ni los mismos medios que un conglomerado delictivo que hará lo posible por seguir obteniendo el máximo beneficio en segundo plano. La INDNR y la sobrepesca se exacerban por la corrupción y la falta de aplicación de la ley, lo que conlleva una pérdida de ingresos para la región de 1300 M$.
Los pescadores locales reclaman protección y sanciones, pero sin saber quiénes son los beneficiarios reales de la pesca arrastre ilegal es casi imposible que lo consigan.
No solo es Ghana quien sufre las consecuencias de la destrucción de su sector pesquero artesanal. Unas 200 aldeas del litoral de Ghana y más del 10 % de la población dependen de la pesca para vivir. La economía en general pierde millones de dólares al año, ya que los mercados de la pesca no pueden acceder al género y se degradan la calidad y los precios.
La pesca ilegal no tiene visos de desaparecer y, en cambio, la migración en masa, el aumento de precios de los alimentos y el desasosiego social del litoral van en aumento.
Aún queda esperanza para el futuro del frágil sector pesquero de la costa occidental de África. Países como Ghana y Senegal tienen un objetivo y un enemigo común. Con las sanciones y el apoyo necesarios, aún queda tiempo para cambiar las tornas.