24/6/2022
Kakuma es un campamento de refugiados solo sobre el papel, ya que con una población de más de 230 000 personas y 2000 tiendas y negocios en funcionamiento, este refugio está en pleno crecimiento y tiene todas las características de una bulliciosa ciudad keniata.
Situado en la región noroeste del país, el campamento se erigió en 1992 debido al influjo de refugiados de países limítrofes en conflicto y con problemas políticos como Sudán, Etiopía y Somalia.
Los programas humanitarios básicos de Kakuma y de otros campamentos de refugiados se han planificado suponiendo que son soluciones temporales y no a largo plazo para el desplazamiento forzado. Actualmente ejerce como hogar a refugiados que provienen de 19 países distintos, que viven un tiempo medio de 17 años en Kakuma.
Varios campamentos de Kenia, incluidos Kakuma y Dadaab, se han convertido en núcleos económicos que atraen estímulos e inversión a nivel local. El asentamiento de Kalobeyei, situado justo a las afueras de Kakuma, representa un nuevo enfoque que permite a los refugiados ser más autosuficientes en el futuro.
Desafiando a las erróneas creencias populares, los refugiados se consideran más bien contribuyentes activos al crecimiento de la economía y el mercado, y no solo consumidores pasivos de ayuda. El campamento es el hogar de emprendedores que regentan negocios como cafeterías o quioscos.
Según la definición del informe de las Naciones Unidas, el desarrollo sostenible es el «desarrollo que permite satisfacer las necesidades actuales sin poner en riesgo la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan las suyas».
El objetivo de aunar esfuerzos para conseguir un futuro inclusivo, sostenible y resiliente para las personas y el planeta no es nuevo. Sin embargo, ¿en qué medida es alcanzable?
Para sacar a millones de personas de la pobreza se pide a las naciones que fomenten un crecimiento económico sostenible, inclusivo e igualitario, que creen más oportunidades para todos y que reduzcan las desigualdades, a la par que aumenten el nivel de vida básico.
Aunque los grupos de trabajo colaborativos como las Naciones Unidas elaboran estrategias globales, las personas más afectadas por los retos que afronta el mundo son quienes suelen estar en la mejor posición para descubrir y poner en marcha soluciones tangibles.
Quienes se han visto forzados a huir de los conflictos, la persecución y las crisis humanitarias a menudo descubren métodos para cultivar de forma sostenible, fundar negocios prósperos y, recientemente, diseñar soluciones para ayudar a prevenir la propagación de la COVID-19.
Fundado en 2016, el asentamiento de Kalobeyei se creó para integrar a los refugiados y fomentar su autosuficiencia junto con la población de acogida. Para impulsar estos principios, en el campamento se introdujeron las transacciones en efectivo para satisfacer las necesidades de alojamiento y alimentación, propiciar la formación para desarrollar el potencial emprendedor de los refugiados y la población de acogida, y facilitar proyectos agrícolas que promueven la agricultura de secano y los huertos domésticos.
Las instituciones de desarrollo, incluido el Banco Mundial, se han comprometido a favorecer este cambio ayudando a los refugiados y a las comunidades de acogida a complementar y no sustituir el trabajo de sus socios humanitarios.
Aunque está previsto que Kakuma se cierre este año, ya ha dado ejemplos positivos de por qué el desarrollo sostenible y la estabilidad a largo plazo deben ser prioridades en los campamentos de refugiados, y que se debe invertir más para crear soluciones al desplazamiento forzoso de personas.
Los efectos positivos de los campamentos ya están resonando entre los responsables políticos. En 2021, el presidente de Kenia Uhuru Kenyatta firmó la Ley de Refugiados, gracias a la cual un millón de refugiados pudieron acceder a la educación, tener una forma de ganarse la vida e integrarse en vez de depender de la ayuda humanitaria.
Aunque las «ciudades» de refugiados de Kenia son particulares en cuanto a escala e iniciativa, los problemas humanitarios a los que se enfrentan son universales. Elaborar una hoja de ruta de progreso basada en la información es fundamental para avanzar en este objetivo: facilitar y mantener el acceso a la energía sostenible y a recursos, así como aumentar la concienciación y empoderar a los afectados para que puedan tomar el control de su futuro.